“Fake News” y las Lineas Editoriales

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En un Uber en Miami, conocí a un veterano de guerra, marine de 20 años de carrera que se hizo banquero. Hace Uber unas noches a la semana para reducir su deuda relacionada a una maestría en administración. Hace unos $1,500 al mes y los abona al principal, una estrategia inteligente.


Al final de la conversación me dijo que él está seguro que una buena parte de sus colegas militares no creen en los medios de comunicación. Él me dijo que personalmente no consume información del todo, por la misma desconfianza. Cree que son parte de la misma estrategia de los políticos, que los ayudan a mantenerse en el poder y que están sesgados.


Le dije que si bien existen algunos medios que tienen una agenda y derecho a una línea editorial, también existen muchos otros que son periodismo serio y reconocido. Algunos de los mejores periodistas están trabajando para medios de Estados Unidos, al final se trata de tener la capacidad de analizar y distinguir lo que está dentro de la línea editorial y lo que no. Si bien no descartó mi argumento, el conductor estaba básicamente aferrado a su forma de ver el mundo y decepcionado de los medios masivos.


Estuve pensando un poco en lo que me dijo el conductor de Uber, y en realidad su enojo con los medios no es algo completamente inválido. En realidad es muy compleja la situación de los medios, y tomando en cuenta que ya la polémica de las “fake news” es hasta utilizada como un instrumento político, hay que tener una discusión al respecto.


Cuando la industria de los periódicos nació, el espacio donde tuvo un mayor desarrollo por el tema de las distancias y la cultura fue Estados Unidos. Los diarios, con un espacio y tiempo limitados para presentar su producto, se volvieron parte de la vida de las ciudades donde operaban. Pero además de delimitarse geográficamente, se alineaban ideológicamente, o en un espectro de los temas importantes del momento.


Charles Dudley Warner en su ensayo “The American Newspaper” de 1881 lo explica claramente, indicando que las líneas editoriales y los artículos de opinión revelan cómo los propietarios o directivos de cada empresa mediática ven el mundo. Estas visiones, contrapuestas con la competencia, tienen sus lectores. Esos lectores, pueden estar a favor de la visión del mundo de su diario, y probablemente, al otro lado del espectro, están quienes tienen una visión opuesta, con su propio medio de comunicación reforzándola.


Al informarnos con medios que “piensan” como nosotros, terminamos teniendo una visión del mundo filtrada por la línea editorial con la que nos sentimos bien. Nuestras creencias se van reforzando con el tiempo, y el público cautivo forma una colectividad con la que terminamos identificándonos.


Con la globalización y el internet, las barreras para informarnos terminan siendo bajísimas. Cada vez más medios de comunicación digitales tienen audiencias más globales. Ya no tenemos que elegir entre el periódico conservador y el periódico liberal de la ciudad donde vivimos, sino que podemos acceder gratis a informarnos en cualquier tipo de medio que elijamos, casi en cualquier idioma.


El internet ha permitido que conozcamos cada vez más del mundo, y con una diversidad de medios de comunicación elevadísima. Esto también ha sido aprovechado por algunos para fabricar noticias falsas, darle legitimidad a mentiras, y darle espacio a ideologías discriminadoras y totalitarias. Sumado a las redes sociales, donde las identidades son un enigma, la credibilidad es algo muy escaso. Pero no podemos quedarnos como el conductor de Uber, sin informarnos del todo.


Las noticias falsas son una realidad, son negativas para todos los medios y para los lectores. Pero no hay que confundir una línea editorial definida, formal y seria con medios que se dedican a fabricar las noticias a su conveniencia. ¿Cómo hacemos?


Como lectores, y consumidores de información, tenemos la cada vez más difícil tarea de elegir con cuáles medios nos informamos, y en quiénes decidimos creer. Pero también, de manera consciente necesitamos reconocer y asumirla responsabilidad de informarnos con un espíritu crítico, haciendo un análisis de lo que se nos presenta.

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